miércoles

Pichanga

Debí de haber escrito esto hace unos días. En realidad, hace ya semanas atrás. Tenía tantas ganas de haber hablado de las lluvias que se dejaron caer por aquí y que me hacen extrañar estar en casa, acostado, viendo tele y llenándome la guata con sopaipillas y los pulmones del calor de la leña seca de la estufa. La lluvia que me recuerda ese olor a tierra mojada que dan ganas de comerse un puñado de ella. Pero, ahí quedó durmiendo el sueño de los justos.

Lo otro era hablar del frío, del invierno, de los días más cortos y las noches más largas. Pero se me quedó en las puras ganas de hacerlo. He querido escribir también sobre mi amigo más antiguo y más fiel. Ese que conozco desde que la memoria se empieza a hacer recordable. Y de que, a pesar de no vernos con frecuencia, se acuerda de mí onomástico y es capaz de llamarme.

He sentido las ganas de escribir sobre montones de cosas. Sentarme a darme un tiempo para dejar correr el lápiz sobre las hojas de mis cuadernos. Es un poco dificil. Como que la energía se me sale de alguna parte. Mi inspiración anda media decaída. A lo mejor le llegó la influenza estacionaria y está con licencia médica. Y yo, esperando como los imbéciles.

En el fondo, todo lo que hay antes es una gran excusa, a mi parecer, para decir: ando corto de inspiración y eso me tiene algo preocupado. Y lo peor: estoy a menos de 3 semanas de cumplir años. ¿Es idea mía o la gente se empieza a replantear muchas cosas cuando esta cerca de cumplir años? Yo creo que por ahí va la cosa.